Veremos
Mi amigo tiene una
granja. Como le encanta hacer las cosas a la antigua, no posee ningún equipo
mecánico y usa un caballo para arar su campo. Un día, mientras estaba arando,
el caballo se desplomó, muerto. En el pueblo todos compadecieron a mi amigo.
—¡Oh, qué terrible que
le haya sucedido eso! —le dijeron.
Él se limitó a
contestar:
—Veremos.
Estaba tranquilo y en
paz, y admirábamos tanto su actitud que nos pusimos de acuerdo y le regalamos
un caballo. Entonces la reacción general fue exclamar:
—¡Qué hombre de suerte!
Y él dijo:
—Veremos.
Unos días después el
caballo, que aún desconocía la granja, saltó una cerca y escapó, y todos
exclamaron:
—¡Oh, pobre hombre!
—Veremos —dijo él de
nuevo.
Y lo mismo repitió una
semana después, cuando el caballo regresó seguido por una docena de potros sin
domar.
Al día siguiente, su
hijo salió a pasear a caballo, se cayó y se rompió la pierna.
—¡Pobre muchacho! —se
compadeció todo el pueblo.
Y mi amigo dijo:
—Veremos.
Pocos días después llegó
al pueblo el ejército, para reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar el
servicio militar, pero a su hijo lo dejaron porque tenía la pierna rota.
—¡Vaya chico con suerte!
—comentaron los vecinos.
Y mi amigo dijo:
—Veremos.
Moraleja: También
nosotros tenemos que aprender a dar un paso atrás, tomar distancia y decir:
“Veremos”. En vez de juzgar lo que nos sucede en la vida y decir qué es bueno y
qué es malo, justo o injusto, debemos reconocer que en sí mismo nada es bueno o
malo, y que cualquier cosa puede ayudarnos a entrar nuevamente en armonía con
el plan del universo.
Pesimista
y optimista
El comportamiento de sus
dos hijos tenía extrañados a los padres: ante la misma situación, uno
reaccionaba con gran pesimismo, y el otro con marcado optimismo. Consultaron a
un psicólogo, y este sometió a los chicos a una prueba. Encerró al pesimista en
un cuarto con toda clase de juguetes y le dijo que hiciera con ellos cuanto
quisiera. Al optimista lo llevó a un cuarto lleno de estiércol de caballo.
Cuando regresó algunas
horas después, encontró al primero desolado frente a los juguetes, y le preguntó
qué pasaba. Recibió esta respuesta: “El columpio me golpea las piernas; las
fichas del rompecabezas me dañan las manos; ese acertijo me tiene con jaqueca;
y aquel videojuego me toma mucho tiempo”.
Entonces fue a ver al
segundo chico, y lo encontró totalmente sucio, cubierto de porquería hasta la
cabeza. Cuando le preguntó por qué estaba así, el niño le dijo: “Presiento que
debajo de toda esta boñiga hay un pony, y lo estoy buscando”.
Asamblea
en la carpintería
Hubo en la carpintería
una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar sus
diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la
asamblea le notificó que debía renunciar. ¿La causa? Hacía demasiado ruido, y
se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo reconoció su
culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas
vueltas para que sirviera de algo.
El tornillo aceptó su
retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera en su trato
y siempre tenía fricciones con los demás.
La lija estuvo de
acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba
midiendo a los demás, como si el fuera perfecto.
En eso entró el
carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente
el martillo, la lija, el metro y el tornillo.
Al final, el trozo de
madera se había convertido en un lindo mueble.
Cuando la carpintería
quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho:
Señores, ha quedado
demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras
cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestras
flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes.
La asamblea encontró
entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija
limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo
capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.
Cuando el personal de un
equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás, la situación se vuelve
tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos
fuertes de los demás, florecen los mejores logros . Es fácil encontrar defectos
—cualquier necio puede hacerlo—, pero encontrar cualidades es una labor para
los espíritus superiores que son capaces de inspirar el éxito de los demás.
Tener apodos para amigos hombres es una buena manera de demostrar cariño ademas que asi es dificil que pueda confundir un poco la relacion a dejarle con el apodo claro que seran solo amigos
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